domingo, 22 de mayo de 2011

Que uno también es querido, que uno también inspira amor

Hay un fragmento del libro "Gracias por el Fuego" de Mario Benedetti que simplemente adoro. A mi forma muy particular de verlo, este fragmento puede ser uno de los escritos que mejor define al amor. Siempre me ha gustado, casi me lo he aprendido de memoria; sin embargo hoy me acordé este pedacito de historia porque me embarga tal tristeza que no pude hacer mas que cruzar en medio de la lluvia el patio y correr a buscar el libro. Mientras iba lloraba, al encontrar el libro, lo encontré señalado en la pagina donde están escritas esas líneas -¡Cuánto amo mis libros!- y llorando lo fui leyendo. Increíble. Todo un maestro Benedetti. 
Este pedacito es especial no solo por todo el contenido literario y romántico que tiene, sino que se autodefine, dice que "Lo escribió otro para otra, pero hoy es para vos". No puede estar mejor dicho.  Y en efecto, esto lo escribió Benedetti, pero hoy con tanta tristeza siento que pude haberlo escrito yo. Las palabras me arrancaban las lágrimas, eso mismo que Benedetti dice, siento yo. 
Les dejo aquí el fragmento. 

"Hoy sí la Rambla. Nada de Canalones. Esta lindo aquí, corre un vientito. Por lo menos este verano artificial se parece a nuestro verano verdadero: al atardecer refresca. ¿Y si, por ejemplo, pensara ahora en Dolores? Desde hoy me esta dando vueltas en la cabeza el poema que hizo Vargas cuando se enamoró de aquella morochita de Arquitectura. Una miniatura, lindísima y simpática, pero casada. Después, cuando todo había pasado, me dio una copia a máquina y me dijo: Creo que es lo más verdadero que escribí y además no creo que escriba algún día nada mejor. Tenía razón, después de todo. En ese entonces escribía  bastante, pero después se metió en el República, y más adelante consiguió unas representaciones y se casó y tiene un montón de hijos. Pero el poema es bueno, claro que sí. Me lo aprendí de memoria y me daba lástima no tener en quien pensar cuando lo decía. Ahora tengo. Pero no estoy seguro de acordarme. A ver.
Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche esta de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imagenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mi
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro
porque tu siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.
Me acordé y es para vos, Dolores. Lo hizo otro, para otra, pero también yo lo hice y es para vos. Lo hizo otro, porque yo no sé decir las cosas que siento, pero reconozco cuando alguno es capaz de decirlas por mí. Y es también un modo de decirlas. A lo mejor, Vargas ya no se acuerda de esto que escribió. Yo me acuerdo y es un modo de hacerlo mío. Porque eres mía, porque no eres mía. Nadie podría decirlo mejor, ¿Verdad? Corazón Coraza. Es para vos, Dolores. Ya no se quién lo hizo. Acaso Vargas fue un robot que pensó por mi. Acaso soy yo Vargas, o Vargas era yo.  Lo único seguro es que estas existiendo, Dolores, en algún rincón de este día, en algún lugar del mundo, sola o con alguien, pero sin mí. Lo único seguro es que sos mejor que todas tus imágenes, que todas las imágenes que yo tengo de vos.  ¿Quise  esperar este instante a solas, sin prisa exterior y sin testigos, para decirme, con todas las letras, que estoy enamorado? ¿A los cuarente y cuatro años? Quizá sólo semienamorado. Porque ella dice que no, que no me quiere. Y para estar total, completa, absolutamente enamorado, hay que tener plena conciencia de que uno también  es querido, que uno también inspira amor.  De modo que semienamorado. Pero ¿en qué forma? No como en la adolescencia, por su puesto que no. Entonces  era una especie de locura contenta, un frenesí, que llevaba en su propio énfasis el germen de la autodestrucción, una suma de juego mas sexo. Ahora es otra cosa. El sexo está, claro, cómo no iba a estar. Dolores me atrae físicamente. Me toca apenas, apoya una mano sobre mi brazo, no como un gesto de amor, sino como un simple acompañamiento de la conversación, y siento en mí un estremecimiento, acuso inmediatamente recibo de esa piel mansa, tibia, prometedora, que aplasta momentánea y suavemente los vellos de mi antebrazo o de mi muñeca. Pero hay mucho más. Mi conmoción interior es más viva aún cuando me mira que cuando me toca. Además, me ha tocado tan pocas veces y por motivos tan triviales. En cambio, siempre me mira, nunca rehuye mis ojos. Tiene una formidable capacidad para estar íntegra en su mirada, para mirar viviendo, para mirar sintiendo, para mirar simpatizando. Ella simpatiza conmigo, de eso sí estoy seguro. Y su simpatía es tan cálida, tan vital, tal lúcida, que es casi el equivalente de un amor. Es probable que una mujer de intimidad más pobre o más rígida, en un instante de amor, en su mejor instante de amor, pueda alcanzar ese mismo nivel de comunicación y de intimidad afectiva. Dolores, sólo simpatizando, equivale a otra mujer en el cenit de su amor. Pero nada de eso es suficiente. Porque aunque yo capte, o crea captar, la intensidad  afectiva de Dolores cuando simpatiza conmigo, demasiado sé que ése no es su máximo, que su máximo no es la mera simpatía, por intensa que ésta sea, sino el amor. Y no puedo evitar la conjetura: si la mera simpatía de Dolores me conmueve así ¿cómo no habrá de conmoverme el amor de Dolores, el amor en su máximo, en plena ebullición? Y ante esa posibilidad tampoco puedo evitar sentir un vértigo, no puedo evitar que se me vaya la cabeza. Tal vez mañana o pasado  me resigne. Pero hoy sufro como un condenado. Ayer mismo yo no sabía que podía querer así. Entonces ¿qué ha pasado? ¿es simplemente porque hablé, porque se lo dije? Puede ser. Hoy, a medida que se lo iba diciendo, sentía que eso era más fuerte y más verdadero, como si al decirlo yo, fuera haciendo proselitismo conmigo mismo, convenciendo para siempre a mi corazón, este mismo corazón que ahora me duele, sí, físicamente, este órgano hueco y muscular que de algún modo se las arregla para ocuparse simultáneamente de la sangre y las emociones. Si por lo menos ahora, cuando llegue a casa, pudiera estar solo, si por lo menos nadie me hablara. "

Fragmento de "Gracias por el Fuego"
Mario Benedetti. 

2 comentarios:

  1. Simplemente hermoso, me he conmovido con esas líneas, gracias por compartir, lo estaba buscando

    ResponderEliminar
  2. Hace 10 años alguién me lo escribió, hoy todavía lo recuerdo con amor en mi corezón.

    ResponderEliminar