miércoles, 22 de septiembre de 2010

Con el abuso pierde hasta el abusador

George Orwell en su texto “Matar un elefante” habla sobre las relaciones que existen entre la gente dominada de una colonia y la gente quienes dominan. Principalmente, es importante rescatar la idea de que en una relación de estas características, el que pierde no es solamente el pueblo dominado, como se podría creer, sino que irónicamente la persona que domina también encuentra su libertad coartada. Por lo tanto, lo que el autor sugiere es que cuando se limitan las libertades, todos pierden porque quienes dominan también se ven obligados a cumplir con funciones que quizá no les conviene o no les gusta. Esto en el texto lo podemos ver en el hecho de que el protagonista no quiere matar al elefante pero tiene que hacerlo para conservar su imagen de autoridad, sin embargo existen muchos otros ejemplos a gran escala que pueden demostrar lo mismo, así por ejemplo el genocidio (que no es el ejemplo del texto). Por eso, quien quita libertad, se quita a si mismo libertad. Nadie gana, todos pierden.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Lunes...

Hoy. Pues solamente hoy. Un lunes mas en mi eterna lista de lunes. Mitad del día viajando, lejos de mi casa...que trauma salir de casa!...mmm si, y duele.
Cuando tenga hijos los tratare mal para que no les duela estar lejos de mi.
En fin, mi maternidad es un tema aparte, mas bien dicho mi falta de maternidad.
Y también tome un café que me quemo la lengua.
Todavía me arde.
Y eso. Hoy.
Ultimamente no tengo mucho que decir.
Modorra.
Que joda!!
Modorra y mas modorra.  Buuuuuuuu
Hoy bailare como si no me llamara Natalia.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Criollismo Ecuatoriano en la literatura

No es común encontrar demasiados comentarios en lo que respecta a literatura ecuatoriana, sobretodo en relación con la producción literaria de otros países. Es así, que me ha entristecido darme cuenta que en las importantes antologías literarias latinoamericanas, no consta ningún autor ecuatoriano. Personalmente, la única referencia que he encontrado ha sido en "El cuento Hispanoamericano" de Seymour Menton, en la cual se menciona a tres escritores ecuatorianos dentro de la categoría del criollismo:  Demetrio Aguilera Malta, Enrique Gil Glibert y Joaquin Gallegos Lara. Pero aparte de esto, nada mas. Probablemente sea que nuestra literatura se haya estancado en ese punto de vista victimaria e indigenista que presenta el criollismo latinoamericano, de allí que una de las mas importantes obras literarias sea Huasipungo de Jorge Icaza, una novela que también encaja perfectamente dentro del criollismo. 
Además creo de suma importancia mencionar también el hecho de que nuestra cultura nos obliga a ser demasiado nostálgicos con las glorias del pasado, negándonos a ver el presente. Nos pasa en todo. El ecuatoriano tiende a ser nostálgico con el pasado por pura naturaleza, y ni siquiera solo con las glorias, también con las derrotas -hay que decirlo-. Así por ejemplo todavía no superamos el conflicto armado con el Perú y todavía nos estamos lamentando por el pedazo de tierra que se nos quitó. Y del mismo modo, después de que ya ha pasado mas de una década seguimos festejando como si fuera la primera vez y haciendo homenaje nacional (¿Vale la pena?) a Jefferson Perez por ganar la única medalla de oro que el país cuenta en toda su historia de juegos Olímpicos. Esto mismo lo dije hace mas de un mes en un periódico local, y creo que mis criticas no fueron bien recibidas, precisamente por el hecho de que no somos capaces de superar el pasado. No digo que los triunfos del pasado no haya que recordarlos ni que este mal sentirnos orgullosos por eso, pero una cosa es recordar el pasado, de pronto reflexionar sobre nuestros errores, rescatar nuestras virtudes pero hasta ahí. Otra muy diferente es no salir de ello. Como bien lo dijo una profesora mía de historia: "La historia debe servirnos como trampolín, no como sillón". 
Y todo esto viene al caso porque creo que lo mismo nos pasa con la literatura, no pasamos de "Cumanda" y "Huasipungo". Por eso no hay una producción literaria con la suficiente fuerza como para posicionarnos internacionalmente. Y referente a esto debo hacer también una aclaración muy importante: No estoy diciendo que falte talento, ni potencial, no, todo lo contrario. Eso nos sobra. En lo personal, me consta que existe en el país gran, pero gran cantidad y calidad de talento literario. No obstante, por estar siempre mirando ese nuestro lado criollista no somos capaces de proyectarnos hacia lo nuevo. Y lo innovador en cuanto a literatura existe, hay mucha revelación pero ¿Por qué no nos internacionalizamos?, pues porque seguimos viendo el pasado que ya no nos lleva a ningún lado, y por lo tanto no existe la suficiente atención a la nueva producción. Y eso además, crea un circulo vicioso, porque si no hay atención, tampoco es que haya muchas ganas de producirlo y así sucesivamente. 
Hace unos pocos meses, estuve presente en una conferencia que el escritor ecuatoriano Victor Lugo daba en una de las universidades de Quito, y decía:-tendré que parafrasearlo porque no lo recuerdo textualmente- "Lo que necesitamos es una revolución parecida a la que hemos tenido en el futbol. Ahora nuestros jugadores, esos negritos a los que hace unos años nadie para bola, ahora se codean con las grandes estrellas europeas; lo mismo necesitamos en la literatura. Que los padres incentiven a sus hijos a entrenarse en la literatura, que los padres se sientan orgullosos de tener un hijo con cualidades para la literatura, que la conciencia nacional se sienta orgullosa de lo que en el presente se esta logrando, que el país se paralice por la literatura, que haya una fuerte inversión para la literatura, necesitamos literaturizarnos, y eso es cultural". Y definitivamente, comparto esta opinión. 
En fin, pero todo esto lo digo porque mientras daba vueltas por Internet me encontré con esta frase posteada en el blog Moleskine Literario, dice:

"No hay literatura latinoamericana sino 20. Son muy distintos el síndrome-de-isla que tienen en el caribe y el síndrome-de-ombligo de los argentinos. A los ecuatorianos, por su parte, no les queda mas remedio que ser cosmopolitas, porque escribir en clave nacional es colocarse en una tradición postergada". Andres Neuman (Fuente, diario El País). 


Se que pueden pensar que esta frase me contradice en todo lo dicho al decir que los ecuatorianos preferimos lo cosmopolita, pues bien, no me contradice porque la opción de ser cosmopolitas es una respuesta -he estado por poner "desesperada"- a ese bizarro, antiquísimo y obsoleto criollismo que nos viven ensañando en la secundaria. Y no debería ser así, no deberíamos tener que huir de nada hasta querer olvidarnos que somos ecuatorianos y no escribir en "clave nacional", quiero decir, nuestra "clave nacional" no debería ser el criollismo. Va siendo hora, de una buena vez, que superemos nuestros complejos nacionales. Sino, a lo mucho -y casi como "gran logro"- resulta que somos cosmopolitas. Obviamente no estoy a favor de generalizar nada, pero hay que reconocer las fuertes tendencias que existen. 
De todos modos, mi primera reacción al toparme con esta frase ha sido: "¡Vaya! ¡Qué emoción, nos mencionan a los ecuatorianos entre los caribeños y los argentinos!". Eso ya dice bastante sobre nuestro subconsciente nacional. 

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El lamento del Perezoso

Volviendo después de mucho tiempo. Es cierto. Pero bueno, heme aquí. En Quito hoy ha amanecido lloviendo. Mal día para decir bañarse tan temprano, pero bueno, estamos acostumbrados y así seguimos. Sin embargo hoy no quiero hablar solamente del clima. Hoy quiero hablarles de mi último descubrimiento literario: “El lamento del Perezoso” de Sam Savage.
Al parecer este es solo la segunda novela del autor, no obstante, se destaca increíblemente. Hace mucho que un libro no me entretiene tanto, pero este realmente me ha cautivado, me ha atrapado sin compasión alguna. Ni bien tengo cinco minutos libres, abro el libro y me pierdo en el mundo de Andrew Whittaker, el protagonista de esta historia. Sin ir más lejos, ayer pasé la tarde leyendo sin poder parar y sin darme cuenta me comí la mitad del libro. Les digo, en verdad es genial.
Seguramente sea por su incomparable tono de tragicomedia. Porque eso es, una tragicomedia que en lo personal, me mata de risa con cada cosa pero al momento me conmueve con increíble tristeza porque uno se llega a dar cuenta que la vida de Andrew es también la vida de uno. Llena de cosas que se van desmoronando y allí esta uno, aferrándose a la última esperanza: la literatura. Es muy probable que esta sensación pueda ser empática solo conmigo, que como ya digo, me he sentido terriblemente identificada con el libro. Sin embargo, estoy segura, que no hace falta ser un escritor frustrado y abandonado en banca rota para disfrutar este libro.
Si pasan por una librería y quieren tener un tiempo para reírse de sí mismos y de la desgracia ajena, no duden en comprarlo, además su lectura que de por si no resulta aburrida, les resultará muy liviana porque está escrita en forma de cartas. Un punto a favor del género epistolar.
(Y nadie me paga ninguna comisión por la venta del libro, por si acaso).