lunes, 11 de julio de 2011

Una carta que no termino de escribir.

Y me encontré esto y me dolió mucho. Desde hace semanas vengo queriendo escribir una carta, lo he intentado y no me sale. En otras circunstancias las cartas siempre son mi salvación, cuando ya se me han agotado todas las posibilidades una carta siempre termina siendo mi celestial salvadora. Me siento frente al papel armada de muchas hojas, un buen esfero y todos los sentimientos en fila desde el pecho hasta la punta de la lengua y van saliendo sobre el papel ordenada, emotiva y racionalmente. Sin embargo esta vez no se que me pasa que no puedo recurrir ni a una carta. 
En otras ocasiones la carta daba excelentes resultados comunicando a mi interlocutor todo lo que sentía de una forma comprensible que permitía que las cosas se arreglaran y sino permitía que las cosas se arreglaran -por tosudez del interlocutor, no por que fallara mi carta- al menos me dejaba la satisfacción de haberme desahogado; pero esta vez ni siquiera como desahogo. 
No me preocupa que este lejos, que no lo vea, ese no es el problema. El problema es que esa distancia ya no se acaba ni siquiera cuando estamos cerca, cuando estamos juntos, se ha vuelto una lejanía que ha superado lo físico para convertirse en una ausencia fría y mortal que me paraliza porque se que a pesar de tenerlo a mi lado -las pocas veces que ello ocurre- él sigue estando lejos, distante, ausente. Que si le doy la mano es solo su sombra lo que toco, se me resbala el calor de su piel, el amor de su piel y me quedo con algo abstracto entre las manos que no es él. Es un reflejo, una estela, un suspiro frío que me congela la existencia, las ganas de vivir. 
Siento que no hay palabras -orales ni escritas- que puedan acercarnos. De pronto tengo arrebatos irrefrenables de lanzarme hasta sus brazos y ¡Por Dios! que me quiera, que me abrace, que me ame, sentir que esta allí conmigo, que me entrega su presencia, su persona, su cariño, su amor ¡Que me entrega algo! Pero cada vez lo presiento más difícil. Entonces se me corta toda inspiración porque comprendo que no existen las palabras que burlen esa distancia. Y yo quiero, de verdad que quiero, encontrar la forma de que regrese, de sentirlo a mi lado, sentir que en realidad estoy con él y no con un fantasma que cumple mecánicamente y de mala gana las funciones de sentarse a mi lado. 
Hoy me soltó la mano porque dijo que yo tenía las manos frías. Así de simple, así de fácil. 
Creo que lo voy asimilando poco a poco. 
Quiero ir asimilándolo poco a poco. Cuando llegue el momento de la verdad no quiero sentir todo el golpe de la verdad. 
Honestamente confieso que no quiero ser cínica con el amor, no quiero ser soberbia. En realidad todo esto me duele, así lo siento y de verdad, no quiero sentirlo más. 

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