domingo, 15 de enero de 2012

Homeless

Hay muchas cosas que decir. Pero antes de adentrarme en mis problemas -que por primera vez han dejado de ser existenciales- considero que es preciso abordar otros temas que me han llamado a la reflexión durante este tiempo. Me refiero, a mi actual condición de "homeless".
Sucede que hace cinco meses, en agosto cuando me fui, no sabía que en ese momento empezaba una etapa de mi vida que se caracterizaría por no tener residencia fija. Desde ese momento he tenido que cargar con mi vida en una sola maleta. Siempre me había llamado la atención la idea de una vida liviana como mochilera, ir y venir sabiendo que lo indispensable para vivir cabe en una sola maleta. En efecto, disfrute la experiencia.
Uno aprende a no encariñarse con ninguna clase de shampoo ni a esperar ninguna comida en particular, ni ridiculeces como "necesito mi almohada para dormir" porque uno nunca sabe si por lo menos tendrá almohada al anochecer. Es una experiencia de libertad, la llamaría yo. Al tener que liberarse de ese tipo de detalles uno lleva una vida mucho mas liviana y simple y me atrevería a decir que incluso uno esta mas presto a disfrutar la vida en un mayor grado. 
De hecho hay ciertas cosas que pienso seguirlas practicando, por ejemplo, olvidarme del celular. El tiempo que estuve allí nunca tuve celular y creo que al final vivir sin celular fue una de las mejores cosas. No esperar ninguna llamada, y no verse obligada a hacer ninguna llamada es lo mejor del mundo. No celular, no control, no obligaciones. ¡Es perfecto! Mi madre se volverá loca pero pienso seguir con esa política de vida. 
Pero el punto es que después de todo este tiempo viviendo a un estilo medianamente hippie, esperaba con todo mi ser volver a Riobamba y encontrar MI cuarto, con MIS cosas, MI espacio. ¡Oh sorpresa! eso no pasó. Al llegar me di cuenta que mi madre tuvo la genial idea de remodelar mi cuarto y no terminarlo a tiempo. Cuando llegué descubrí que todas mis cosas estaban empacadas en maletas y cartones. Mis muebles, mis libros, mi cama, mis juguetes, mis cuadernos, mi historia, mi vida, mi espacio, mi existencia, todo estaba empacado en ¡sabe Dios donde!. 
¿Creen que es todo? No. Esperaba que en Quito pudiera encontrar un espacio al que pueda llamar mío en mi anterior cuarto. Llegué y los resultados fueron mas o menos los mismos. Un cuarto que olía a humedad, lleno de polvo, con todas mis cosas en cajas, cubiertas de polvo, arrumadas y olvidadas. 
¿Creen que es todo? Una vez mas, no. Traje dos maletas, una con cosas para mi familia y otra con mis cosas. La que venía con mis cosas se quedó en uno de los aeropuertos en los que hice escala. Llegó cuatro días después. Así que durante cuatro días literalmente tuve que vivir con lo que llevaba puesta. 
Ver mis cosas de ese modo me hizo sentir totalmente fuera de lugar, como si al final de todo mi periplo, mi casa tampoco fuera mi casa. Digo, es mi casa y me siento comoda porque aquí están las personas que mas quiero, pero no tener un par de medias para cambiarme me hizo sentir como una visitante una vez mas. Hubiera querido llegar y desempacar. Ha pasado mas de una semana y todavía no lo puedo hacer, Quito me sigue esperando. Me siento "homeless". 
Uno se va un par de meses y eso es lo que hacen con las pertenencias de uno, no me quiero imaginar lo que hagan después de que muera. 
Hasta la fecha no puedo tener una cama a la que pueda llamar mía, un sitio fijo para poner mi cepillo de dientes ni un mueble donde poner mi ropa. ¿Que clase de locura es esta?

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